miércoles, 16 de mayo de 2007

Historias persas (II)


Bien, pues ahora viene la parte más interesante de la historia, en la que se confunden leyenda y realidad. Es difícil de saber qué es cierto y qué es una ficción generada por el boca a boca, los rumores, las fantasías de la gente y la maledicencia de los enemigos.

Hassan ibn Sabbah era ismaelita, una rama de la Shia, seguidores del Imam Ismail. No me extenderé mucho sobre esto, pero el origen de esta corriente se remonta al nombramiento del heredero del sexto Imam chií y las discusiones que generó. Éste nombró heredero a su hijo Ismail, pero ocurrió que el hijo murió antes que el padre, con lo que el futuro séptimo Imam pasó a ser el hermano de Ismail. Sucede que los Ismaelitas no creen que Ismail muriera, sino que se encuentra oculto y volverá al final de los tiempos. La creencia en un Imam desaparecido es importante para comprender la doctrina de esta corriente, que tiene una fuerte componente esotérica. Ellos no creían en una interpretación literal del Corán, si no en una lectura esotérica en términos de un mensaje oculto dentro del mismo. Claro, esta interpretación tremendamente heterodoxa del Islam les supuso ser perseguidos hasta la extenuación.

Hassan hizo una intensa labor de proselitismo, con bastante éxito. Nizam-al-Mulk vio esto con mucho desagrado y, aunque le dolía por tratarse de su amigo, expulsó a Hassan de la corte para evitar males mayores. Pero al daño ya estaba hecho, y Hassan tenía multitud de seguidores. Estableció su base en la fortaleza de Alamut (al norte del actual Irán, cerca del Mar Caspio) y allí proclamó "La Gran Resurrección": la liberación de toda interpretación literal del Corán y la exigencia a los musulmanes para que desarrollaran su propia hermenéutica espiritual. Ni más ni menos que un Islam puramente espiritual, libre de toda imposición legalista y de servidumbre a la Ley.

Obviamente, Malik Shah y Nizam estaban locos de rabia pero poco podían hacer contra la inexpugnable fortaleza de Alamut. Allí fue donde, según se cuenta, Hassan entrenó a los asesinos, y sobre esto han corrido rios de tinta. La mayor parte de la gente cree que esta palabra moderna deriva del hashshashin o "comedores de hachís", mientras que otros creen que es una corrupción del nombre del fundador de la secta, Hassan. Sobre este asunto de los asesinos se ha escrito tanto que es complicado discernir lo que es legendario de lo que no. Pero ya que estamos, vayamos a la parte más fantasiosa del asunto.

El rasgo característico de los hashshashin, el que ha pasado a la historia y ha sido objeto de muchas malas interpretaciones, era su aparente falta de miedo a la muerte. Hassan solía mostrarlo a sus invitados ordenando a un centinela saltar desde las almenas al fondo del barranco. Éste obedecía sin rechistar con una sonrisa en los labios ante la mirada espantada del invitado de turno.

Parece ser que sí es cierto que el consumo de hachís era un factor importante en esto. Durante su época como ministro, Hassan tuvo oportunidad de conocer a gente procedente del lejano oriente que le mostró las bondades y el poder del cáñamo. Estos contactos le suministraron hachís en grandes cantidades que él utilizó como instrumento de control de un selecto grupo de sus seguidores. ¿Cómo tenía Hassan ese poder sobre sus voluntades y sus mentes? Hassan, que no era tonto, no podía prometer el Paraiso a sus hombres y esperar que estos le obdececieran ciegamente sólo con una promesa. Pensó que sería más efectivo si les podía mostrar el Paraíso mismo. Con este fin, habilitó un patio de la fortaleza como jardín lleno de lujuriosas plantas, fuentes que manaban néctar y jóvenes y complacientes huríes. Seguidamente, hacía ingerir hachís a los elegidos para visitar el "Paraíso", lo que tenía un efecto fulminante ya que la droga llegaba inmediatamente y casi en su integridad al torrente sanguineo desde el estómago.

Ésta, por cierto, y si se me permite una pequeña digresión, fue la costumbre habitual de consumo de hachís durante mucho tiempo en la historia. La forma moderna de consumo por inhalación no era nada habitual. Así, los románticos del siglo XIX solían reunirse en el Hotel Pymodan de París para consumirlo en la siguiente manera: con mantequilla hacían una especie de pasta de hachís que disolvían en una taza de café negro amargo, con una o dos gotas de opio. El colocón era inmediato y de consecuencias imprevisibles además, ya que era común sufrir alucinaciones. Por ello, en estas reuniones (que podían ser de 8 ó 10 personas) siempre había dos o tres que no se drogaban para vigilar que sus amigos no se hecieran daño a ellos mismo o a los demás en su delirio. Lectura (muy) recomendada a este respecto es El Club del Hachís, editado por Miraguano (ignoro si se puede encontrar en otras editoriales, pero lo dudo).

Así pues, los hombre de Hassan, en estado de semiinconsciencia producido por la droga, eran conducidos a los jardines donde creían disfrutar en vida de los placeres del Paraíso celestial. Una vez hecho esto, Hassan tenía sus voluntades dominadas ya que jugaba con el recuerdo distorsionado que tenían estos hombres del "Paraíso" y con el fuerte síndrome de abstinencia que les producía el hachís. Se cuenta que el propio Omar Khayyam disfrutó una noche de este "Paraíso". Aunque Omar no estaba de acuerdo con la doctrina de Hassan ni con los medios que utilizaba, siguieron siendo amigos y le visitó en Alamut al menos en una ocasión (supuestamente con la intención de hacer uso de la extensa biblioteca de la fortaleza, cuyos contenidos abarcaban todas la áreas del conocimiento). Omar confesó que fué una experiencia interesante pero que a pesar de la droga no fué engañado en ningún momento debido a que la Luna estaba en el cielo. Gracias a ella supo que seguía con los pies en la Tierra y, además, por su posición, sabía que seguía dentro del recinto de la fortaleza (¡para que luego digan que la Astronomía no tiene utilidad práctica!).

La financiación de la secta se obtenía mediante la extorsión, normalmente a algún comerciante acaudalado. Previamente, se le avisaba, tradicionalmente dejando en la cabecera de su cama un pan blanco y una daga. Cuando el comerciante despertaba encontraba el mensaje, que era muy claro: yo puedo dar la vida, yo la puedo quitar. Después, se le preguntaba amablemente si daría una parte sustancial de su oro. En caso de negativa, no había más avisos, y en la siguiente ocasión la daga aparecía en la garganta del desdichado individuo. Por norma general, la gente solía cooperar después del primer aviso. En muchas otras ocasiones recibían dinero y alimentos donados voluntariamente, ya que en muchos sitios contaban con el favor popular.

Hassan, que pasó a ser conocido popularmente como El Viejo de la Montaña, empleó a este selecto grupo de hombres (no todos los miembros de la secta eran hashshashin, sólo unos pocos eran elegidos tras un duro entrenamiento) para conseguir sus objetivos. Se jactaba que podría derribar el Imperio Selyúcida con sólo dos hombres, y lo consiguó. El asesinato selectivo de personalidades con el objeto de desestabilizar un régimen o conseguir objetivos políticos hacen de los hashshashin el primer grupo terrorista organizado de la historia. Técnicamente, no eran suicidas, pero era prioritario que los asesinatos se realizaran a plena luz del día y ante numerosos testigos, para conseguir un mayor impacto en la moral y las mentes de la gente, por lo que era costumbre que el asesino fuera ejecutado al instante hubiera consumado el crimen o no. Por ello se desconfiaba mucho de los que volvían con vida de su misión y se les tenía por contraespías.

Ante el asedio al que se veían sometidos, Hassan ordenó la muerte tanto de Malik Shah como de su antiguo amigo el visir Nizam-al-Mulk. Tuvo éxito en ambos casos, y así cumplió su promesa de acabar con el Imperio Selyúcida. El vacío de poder subsiguiente tuvo dos consecuencias. Por su propia corrupción interna, el Imperio comenzó a desmembrarse en varios califatos independientes. Por otra parte, los ismaelitas, ayudados en buena medida por el apoyo popular, se hicieron con un buen número de fortalezas en Persia y Siria y extendieron el territorio bajo su control de facto.

Hay abundante documentación sobre los ismaelitas y su evolución y caída a lo largo de la historia. Sobre este capítulo concreto que os he narrado recomiendo la novela Alamut de Vladimir Bartol, historiador esloveno de principios del siglo XX. La influencia de los ismaelitas en la región se extendió durante varios siglos, siendo finalmente sometidos por los mongoles de Ulagu Khan, nieto de Ghenghis. Sus fortalezas no pudieron resistir la sofisticada maquinaria de asedio creada por los ingenieros chinos de las hordas mongolas y fueron reducidas a escombros para que nadie más pudiera utilizarlas.

La vida no es más que un juego monótono
en el que con certeza encontrarás dos premios:
el dolor y la muerte. ¡Feliz el niño que murió al poco de nacer!
¡Más feliz aún el que no tocó el mundo!

Omar Khayyam
Cuarteto 32


4 comentarios:

Hipatia dijo...

Caray!! Flipante y espeluznante. Y ese versito del final se las trae, te deja el alma con amplollas y pellejos.
Cómo me ha gustado, Jacobo. Por favor sigue contando historias.
Te mando besazo, cristiano, desde la Enterprise.

Galatea dijo...

Muy interesante. Ya había oído algo sobre las drogas y el falso paraíso, pero nunca su origen.
Sigue instruyéndonos! :)
Un abrazo infinito.

Orrorin dijo...

Muy curioso y preocupante, por el paralelismo que puede tener con determinadas acciones que se dan en la actualidad.

Un saludo

Hipatia dijo...

Jacobo:
Orrorin es Antonio, que se ha abierto un bloggg...
Besín.