domingo, 11 de mayo de 2008

sábado, 3 de mayo de 2008

El manifiesto del 25 de Noviembre


Ante todo quería pedir disculpas por la tardanza en escribir una nueva entrada. La verdad es que he estado bastante ocupado en los últimos meses entre unas cosas y otras. He estado escribiendo mi tesis (y debo decir que está bastante avanzada, afortunadamente) y muy liado en buscarme mi futuro. De momento no tengo nada seguro, pero he conseguido un contrato por 6 meses en la Universidad de Leicester mientras que termino la tesis y me busco alguna otra cosa. Esto está en mitad de ninguna parte pero es bastante bonito y creo que me adaptaré con bastante facilidad (bueno, siempre me acabo adaptando).

Espero escribir entradas con bastante más regularidad. De momento sólo quería comentar brevemente un libro delicioso que ha caído en mis manos en los últimos meses: "Lecciones Espirituales Para Jóvenes Samurais". El autor es Yukio Mishima (nacido Kimitake Hiraoka), un personaje interesante donde los haya. Nació en el seno de una antigua familia de origen samurai (y bastante acomodada) y desde joven sintió la llamada de las letras, alentado por su madre. Estuvo a punto de ser premio Nobel de Literatura en 1968, galardón que se acabó llevando otro japonés, su mentor literario Yanusari Kawabata, y murió el 25 de Noviembre de 1970, cometiendo seppuku en una base militar.

El librito que encontré por pura casualidad no es mas que una serie de escritos cortos, en su mayoría dedicados a orientar a los jóvenes por el camino del aunténtico samurai, una mezcla entre lo que hoy podríamos llamar espiritualidad y las armas (bushido). En cierto modo, Mishima es una especie de clásico griego reencarnado, en su creencia de que la salud de la mente y el cuerpo están íntimamente relacionados. Todos sus escritos revelan una cierta pasión por la muerte, un sentimiento muy japonés por otra parte. Para un samurai, la muerte es la conclusión natural de la vida por lo que lo deseable es poder elegir el cuándo y el cómo y, a ser posible, renunciar a ella en aras de un ideal superior.

Militarista convencido, añorando los antiguos tiempos del Japón imperial de antes de la Segunda Guerra Mundial, se hizo reservista voluntario y creó un cuerpo paramilitar, la Sociedad de los Escudos, compuesta mayoritariamente por universitarios. Sus escritos revelan una visión estética de lo heróico, casi hasta el delirio, y se ha creído ver en ellos un cierto trasfondo homosexual (casi con toda seguridad Mishima era bisexual).

El 25 de noviembre de 1970, con 45 años, intentó llevar al extremo final sus ideales. Intentando recuperar el sentimiento imperial del glorioso Japón que recordaba de su juventud y al que tanto amaba, en compañia de un selecto grupo de miembros de la Sociedad de los Escudos, entró en una base militar japonesa y secuestró a un general para que le permitieran leer un documento escrito de su puño y letra (el Manifiesto del 25 de Noviembre, que también se encuentra en el libro que os comenté) con la esperanza de que los soldados allí presentes se unieran entusiásticamente a su causa. Todo era de una ingenuidad tan infantil que casi ni se le podría llamar intento de golpe de estado. Los soldados se rieron en su cara y casi ni pudo terminar de leer el manifiesto ante la algarabía que se organizó. Derrotado, se retiró al interior de la sala donde mantenía retenido al general y allí terminó con su vida tal y como siempre había deseado y como él creía que los auténticos samurais debían hacerlo, cometiendo seppuku.

El ritual fue un completo desastre. La parte en que él se desgarraba el vientre fue perfecta, pero el encargado de cortarle la cabeza con una katana, su amigo íntimo Morita y, posiblemente, también su amante aunque la mujer de Mishima siempre negó éste extremo, necesitó tres golpes para, con suma torpeza debido a la falta de costumbre, decapitarle ante la mirada espantada del general que, atado a una silla, contemplaba la escena.

Yukio Mishima escribió 15 novelas, 33 piezas teatrales y más de 80 relatos.

sábado, 11 de agosto de 2007

The Colossus strikes back!


Lamento el retraso en publicar una nueva entrada, pero es que he tenido unos meses un poco ajetreados desde que terminé la estancia en Munich. De hecho, no hacía ni una semana que había vuelto a Santander y ya tenía que volver a empaquetar: me iba a una semana a Rodas (sí, sí, donde el coloso).

No era un viaje de placer sino de trabajo ya que ibamos a asistir a un congreso, aunque algunos no tenían tan clara esa división, por lo que se vió. En cualquier caso, ya el viaje de ida fue una pequeña odisea, incluso antes de partir, ya que nos costó dios y ayuda encontrar billetes para las fechas que queríamos. Al final, pudimos comprar billetes para un viaje moderadamente económico y con un horario razonable. La realidad, una vez más, nos demostró que las cosas sobre el papel son preciosas pero que luego...

Bueno, el primer vuelo Santander-Barcelona salía con la fresca, a las 7:40 de la mañana. Nos costó un cojón encontrar un taxi a esas horas porque yo pequé de lerdo y no lo dejé encargado la noche anterior. Resultado: Amalia y yo estabamos aún en Los Castros cuando quedaba menos de media hora para que saliera el vuelo. Los de los radiotaxis no nos cogían el teléfono y los que pasaban por la calle iban petados de gente que volvía a casa después de la juerga. Al final, hubo suerte y después de más de media hora esperando pasó uno libre. Llegamos al aeropuerto con el tiempo pegado al culo, y aún perdimos un rato más en el mostrador de facturación discutiendo con la señorita de Iberia. Al parecer Francisco había facturado directamente a Rodas, a pesar de que el vuelo Atenas-Rodas lo hacíamos con Olympic Airlines, pero cuando quisimos hacerlo nosotros nos dijeron que era imposible porque ni compartían código ni eran de la misma alianza (no de civilizaciones, se entiende).

A pesar de que Francisco le enseñaba su resguardo de equipajes que ponía muy claro SDR-RHO, la señorita de Iberia zanjó el tema con una frase memorable: "El que se pueda hacer no significa que esté bien hacerlo". Era magnífica, pero como no había tiempo para discutir porque el avión se iba sin nosotros, aceptamos facturar sólo hasta Atenas y luego refacturar allí con Olympic.

Llegamos a Barcelona sin más incidentes, y allí compramos la prensa, guías de viajes, y toda la pesca porque teníamos una espera de 4 horas hasta que despegara el vuelo a Atenas. Pero, oh desgracia, el vuelo se retrasa, primero media hora y luego otra media, para acabar despegando con hora y media de retraso. Durante ese tiempo la espera pasó de aburrida, a incomoda, y de ahí a desesperante. Descubrimos que hay un número limitado de cosas que se pueden hacer en un aeropuerto en casi 6 horas sin perder ni la paciencia ni la cordura. Además, ibamos un poco acojonados porque con el retraso temíamos perder el vuelo de Olympic teniendo en cuenta que debíamos recoger el equipaje y volver a facturar y pasar el control pertinente.

Durante el vuelo, como era la hora de comer, los de Iberia nos agasajaron con una comida gratis. Esto sí que fue sorprendente porque normalmente no te dan gratis ni los buenos dias (por lo menos en el vuelo a Munich no lo hicieron). Así pues aproveché la pitanza para derramar sobre mis pantalones, mi libro y el asiento de delante el vino que me dieron. Como soy de natural torpe y además un poco lento, una vez que desenrrosqué el tapón de la botellita no podía volverlo a enrroscar. Evidentemente no se me ocurrió otra cosa que coger la botellita de marras por el tapón que estaba flojo con lo que ésta cayó sobre el vasito que acaba de llenar desparramando el vino por todas partes desde mis rodillas hasta abajo.

Una vez en Atenas, descubrimos que la realidad superaba a la ficción una vez más. Mi primera experiencia en un aeropuerto griego resultó tal y como imaginaba que sería: esperpéntica. La cola para facturar en los mostradores de Olympic era eterna. En vez de haber un mostrador por destino, los 8 ó 9 que estaban abiertos servían para todos los destinos con lo que toda la gente estaba allí al mogollón. A nosotros nos preocupaba perder el vuelo pero como el panel de salidas eran de una desinformación galopante no sabíamos a que atenernos. Además la cola avanzaba con una lentitud exasperante y teníamos que ver como algunos listos se acercaban a los mostradores con la excusa de preguntar "¿esta ventanilla es para este vuelo?" y ya que estaban allí aprovechaban para facturar ellos y otros 4 amigos que estaban en la cola y que se salían de ella en cuanto veían que el colega ya había hecho la pirula (o trececatorce, como se dice en mi pueblo).

Otra cosa graciosa era que según se acercaba la hora de cerrar un vuelo (los había a patadas, como no hay más que islas por allí...) salía un sujeto a llamar a voces (se vé que lo de la megafonía es un invento que no ha llegado a esas tierras) a los que quedaban en la cola pertenecientes a ese vuelo para que pasaran corriendo. Además, todo en griego, por supuesto. Allí estaban todo el rato parakaló, parakaló, una palabra cojonuda. Formalmente, significa "por favor" pero en realidad es una palabra comodín, como el bitte alemán, y sirve para "por favor", "gracias", "de nada", "disculpe", "perdone",... La verdad es que podríamos tener una de esas en español, simplificaría las cosas una barbaridad.

Luego descubrimos que no teníamos porqué preocuparnos por perder el vuelo a Rodas: se había retrasado como una hora. Conclusión: salí de mi casa a las 7 de la mañana y aterrizamos en Rodas a eso de las diez de la noche. Claro que aún quedaba la aventura de coger un taxi para llegar al hotel. Allí no había nada que fuera medianamente parecido a una cola (excepto por un grupo de ingleses que se intentaban organizar y que seguró que todavía andan esperando allí), sino que toda la gente (unas 100 personas) se apiñaba en torno a una marquesina. Como estabamos francamente cansados y un poco hasta los cojones, decidimos aplicar el método griego de coger taxis: nos situamos unos 15 metros delante de la marquesina y en cuanto se acercó un taxi libre nos arrojamos a la calzada delante suya. Imagino que los que estaban esperando en la marquesina debieron sentirse un poco molestos pero, sinceramente, nos importaba un bledo.

Continuará...

lunes, 21 de mayo de 2007

Einstein, el fabricante de bombillas

Bueno, no me refiero a Albert, claro, sino a sus tios. Me encontré de bruces con esta anécdota al día siguiente de llegar a Munich cuando, dando una vuelta con el casero para ver el barrio, me percaté de la placa que adorna la fachada de mi casa (y que podéis ver en la foto de arriba).

Esta placa reza: "Albert Einstein pasó su infancia y primera juventud en esta casa desde 1885 hasta 1894". Esto no es estrictamente cierto; la casa es antigua pero no tanto como para tener más de 120 años.

Resulta que en lugar donde se levanta ahora el edificio (Adlzreiterstrasse 12) los tíos de Einstein tenían su casa y un taller en donde fabricaban bombillas. Parece ser que era un negocio que prometía: las bombillas eléctricas iban en camino de sustituir definitivamente a las lámparas de gas y aceite tanto en la iluminación de las casas como en la pública en las calles. Albert y su familia se desplazaron a Munich desde Augsburgo, que está a unos 50 km y donde vivían por esa época, en 1885, para unirse al negocio familiar de las bombillas y que, si salía bien, prácticamente les arreglaba el futuro.

Les faltó poco para dar el pelotazo. A finales del siglo XIX el ayuntamiento de Munich decidió sacar a concurso una contrata para suministrar las bombillas del alumbrado eléctrico de la ciudad (dicho sea empleando terminología actual). En principio, Einstein & Co. tenían ventaja. Al final, después de invertir mucho (prácticamente todo lo que tenían) en el negocio, en un órdago que si les salía bien les iba a solucionar la vida, se quedaron prácticamente sin nada. El ayuntamiento no les cogió para suministrar las bombillas, casi con toda seguridad por que eran judíos. De golpe y porrazo se encontraron con un montón de bombillas a las que apenas podían dar salida y cubrir los costes. Medio arruinados, se marcharon de la ciudad en 1894.

Posteriormente, cuando se levantó el edificio actual, el abuelo de la mujer de mi casero, conocedor de esta historia, decidió poner esa placa para darlé más caché a la casa y a la zona. Le dá a uno que pensar. Si les llega a salir bien y Albert hubiera acabado de como consejero delegado de una próspera empresa de bombillas dudo mucho que se hubiera dedicado por entero a la ciencia, aunque nunca se sabe...

Lo mismo ahora no hablaríamos de la teoría de la relatividad de Einstein (y de muchas otras cosas) sino de la de Poincarè o algún otro genio que la tuvieron al alcance de los dedos (la base teórica estaba allí a fin de cuentas, desde que Lorentz publicó las fórmulas de las transformaciones del espacio-tiempo) pero que no alcanzaron a verla de manera global y de integrarlo en un conjunto consistente.

Qué cosas tiene la vida...

miércoles, 16 de mayo de 2007

Historias persas (II)


Bien, pues ahora viene la parte más interesante de la historia, en la que se confunden leyenda y realidad. Es difícil de saber qué es cierto y qué es una ficción generada por el boca a boca, los rumores, las fantasías de la gente y la maledicencia de los enemigos.

Hassan ibn Sabbah era ismaelita, una rama de la Shia, seguidores del Imam Ismail. No me extenderé mucho sobre esto, pero el origen de esta corriente se remonta al nombramiento del heredero del sexto Imam chií y las discusiones que generó. Éste nombró heredero a su hijo Ismail, pero ocurrió que el hijo murió antes que el padre, con lo que el futuro séptimo Imam pasó a ser el hermano de Ismail. Sucede que los Ismaelitas no creen que Ismail muriera, sino que se encuentra oculto y volverá al final de los tiempos. La creencia en un Imam desaparecido es importante para comprender la doctrina de esta corriente, que tiene una fuerte componente esotérica. Ellos no creían en una interpretación literal del Corán, si no en una lectura esotérica en términos de un mensaje oculto dentro del mismo. Claro, esta interpretación tremendamente heterodoxa del Islam les supuso ser perseguidos hasta la extenuación.

Hassan hizo una intensa labor de proselitismo, con bastante éxito. Nizam-al-Mulk vio esto con mucho desagrado y, aunque le dolía por tratarse de su amigo, expulsó a Hassan de la corte para evitar males mayores. Pero al daño ya estaba hecho, y Hassan tenía multitud de seguidores. Estableció su base en la fortaleza de Alamut (al norte del actual Irán, cerca del Mar Caspio) y allí proclamó "La Gran Resurrección": la liberación de toda interpretación literal del Corán y la exigencia a los musulmanes para que desarrollaran su propia hermenéutica espiritual. Ni más ni menos que un Islam puramente espiritual, libre de toda imposición legalista y de servidumbre a la Ley.

Obviamente, Malik Shah y Nizam estaban locos de rabia pero poco podían hacer contra la inexpugnable fortaleza de Alamut. Allí fue donde, según se cuenta, Hassan entrenó a los asesinos, y sobre esto han corrido rios de tinta. La mayor parte de la gente cree que esta palabra moderna deriva del hashshashin o "comedores de hachís", mientras que otros creen que es una corrupción del nombre del fundador de la secta, Hassan. Sobre este asunto de los asesinos se ha escrito tanto que es complicado discernir lo que es legendario de lo que no. Pero ya que estamos, vayamos a la parte más fantasiosa del asunto.

El rasgo característico de los hashshashin, el que ha pasado a la historia y ha sido objeto de muchas malas interpretaciones, era su aparente falta de miedo a la muerte. Hassan solía mostrarlo a sus invitados ordenando a un centinela saltar desde las almenas al fondo del barranco. Éste obedecía sin rechistar con una sonrisa en los labios ante la mirada espantada del invitado de turno.

Parece ser que sí es cierto que el consumo de hachís era un factor importante en esto. Durante su época como ministro, Hassan tuvo oportunidad de conocer a gente procedente del lejano oriente que le mostró las bondades y el poder del cáñamo. Estos contactos le suministraron hachís en grandes cantidades que él utilizó como instrumento de control de un selecto grupo de sus seguidores. ¿Cómo tenía Hassan ese poder sobre sus voluntades y sus mentes? Hassan, que no era tonto, no podía prometer el Paraiso a sus hombres y esperar que estos le obdececieran ciegamente sólo con una promesa. Pensó que sería más efectivo si les podía mostrar el Paraíso mismo. Con este fin, habilitó un patio de la fortaleza como jardín lleno de lujuriosas plantas, fuentes que manaban néctar y jóvenes y complacientes huríes. Seguidamente, hacía ingerir hachís a los elegidos para visitar el "Paraíso", lo que tenía un efecto fulminante ya que la droga llegaba inmediatamente y casi en su integridad al torrente sanguineo desde el estómago.

Ésta, por cierto, y si se me permite una pequeña digresión, fue la costumbre habitual de consumo de hachís durante mucho tiempo en la historia. La forma moderna de consumo por inhalación no era nada habitual. Así, los románticos del siglo XIX solían reunirse en el Hotel Pymodan de París para consumirlo en la siguiente manera: con mantequilla hacían una especie de pasta de hachís que disolvían en una taza de café negro amargo, con una o dos gotas de opio. El colocón era inmediato y de consecuencias imprevisibles además, ya que era común sufrir alucinaciones. Por ello, en estas reuniones (que podían ser de 8 ó 10 personas) siempre había dos o tres que no se drogaban para vigilar que sus amigos no se hecieran daño a ellos mismo o a los demás en su delirio. Lectura (muy) recomendada a este respecto es El Club del Hachís, editado por Miraguano (ignoro si se puede encontrar en otras editoriales, pero lo dudo).

Así pues, los hombre de Hassan, en estado de semiinconsciencia producido por la droga, eran conducidos a los jardines donde creían disfrutar en vida de los placeres del Paraíso celestial. Una vez hecho esto, Hassan tenía sus voluntades dominadas ya que jugaba con el recuerdo distorsionado que tenían estos hombres del "Paraíso" y con el fuerte síndrome de abstinencia que les producía el hachís. Se cuenta que el propio Omar Khayyam disfrutó una noche de este "Paraíso". Aunque Omar no estaba de acuerdo con la doctrina de Hassan ni con los medios que utilizaba, siguieron siendo amigos y le visitó en Alamut al menos en una ocasión (supuestamente con la intención de hacer uso de la extensa biblioteca de la fortaleza, cuyos contenidos abarcaban todas la áreas del conocimiento). Omar confesó que fué una experiencia interesante pero que a pesar de la droga no fué engañado en ningún momento debido a que la Luna estaba en el cielo. Gracias a ella supo que seguía con los pies en la Tierra y, además, por su posición, sabía que seguía dentro del recinto de la fortaleza (¡para que luego digan que la Astronomía no tiene utilidad práctica!).

La financiación de la secta se obtenía mediante la extorsión, normalmente a algún comerciante acaudalado. Previamente, se le avisaba, tradicionalmente dejando en la cabecera de su cama un pan blanco y una daga. Cuando el comerciante despertaba encontraba el mensaje, que era muy claro: yo puedo dar la vida, yo la puedo quitar. Después, se le preguntaba amablemente si daría una parte sustancial de su oro. En caso de negativa, no había más avisos, y en la siguiente ocasión la daga aparecía en la garganta del desdichado individuo. Por norma general, la gente solía cooperar después del primer aviso. En muchas otras ocasiones recibían dinero y alimentos donados voluntariamente, ya que en muchos sitios contaban con el favor popular.

Hassan, que pasó a ser conocido popularmente como El Viejo de la Montaña, empleó a este selecto grupo de hombres (no todos los miembros de la secta eran hashshashin, sólo unos pocos eran elegidos tras un duro entrenamiento) para conseguir sus objetivos. Se jactaba que podría derribar el Imperio Selyúcida con sólo dos hombres, y lo consiguó. El asesinato selectivo de personalidades con el objeto de desestabilizar un régimen o conseguir objetivos políticos hacen de los hashshashin el primer grupo terrorista organizado de la historia. Técnicamente, no eran suicidas, pero era prioritario que los asesinatos se realizaran a plena luz del día y ante numerosos testigos, para conseguir un mayor impacto en la moral y las mentes de la gente, por lo que era costumbre que el asesino fuera ejecutado al instante hubiera consumado el crimen o no. Por ello se desconfiaba mucho de los que volvían con vida de su misión y se les tenía por contraespías.

Ante el asedio al que se veían sometidos, Hassan ordenó la muerte tanto de Malik Shah como de su antiguo amigo el visir Nizam-al-Mulk. Tuvo éxito en ambos casos, y así cumplió su promesa de acabar con el Imperio Selyúcida. El vacío de poder subsiguiente tuvo dos consecuencias. Por su propia corrupción interna, el Imperio comenzó a desmembrarse en varios califatos independientes. Por otra parte, los ismaelitas, ayudados en buena medida por el apoyo popular, se hicieron con un buen número de fortalezas en Persia y Siria y extendieron el territorio bajo su control de facto.

Hay abundante documentación sobre los ismaelitas y su evolución y caída a lo largo de la historia. Sobre este capítulo concreto que os he narrado recomiendo la novela Alamut de Vladimir Bartol, historiador esloveno de principios del siglo XX. La influencia de los ismaelitas en la región se extendió durante varios siglos, siendo finalmente sometidos por los mongoles de Ulagu Khan, nieto de Ghenghis. Sus fortalezas no pudieron resistir la sofisticada maquinaria de asedio creada por los ingenieros chinos de las hordas mongolas y fueron reducidas a escombros para que nadie más pudiera utilizarlas.

La vida no es más que un juego monótono
en el que con certeza encontrarás dos premios:
el dolor y la muerte. ¡Feliz el niño que murió al poco de nacer!
¡Más feliz aún el que no tocó el mundo!

Omar Khayyam
Cuarteto 32


martes, 15 de mayo de 2007

Historias persas (I)


Ya que estoy utilizando su nombre como nick en estos blogs, es de recibo que hable un poco de Omar Khayyam, poeta y astrónomo persa del siglo XI. En realidad no voy a hacer un resumen de su vida, fructífera en lo científico y apasionante en lo personal, porque ya hay suficiente material en la red (¡Oh, Google, oráculo de nuestro tiempo!) y un buen puñado de libros mezcla entre novela y biografía al respecto. Para el lector interesado (esa esquiva criatura) puedo recomendar Omar Khayyam de Harold Lamb. Es una biografía novelada bastante amena y muy bien documentada, ya que Lamb fue historiador pero también un prolífico escritor con muy buena pluma (en el sentido literario del término).

Khayyam nos ha dejado en su vertiente poética los Rubbaiyyat, una serie de poemas en los que reflexiona sobre la vida, la muerte, la religión, el amor, la moral y el conocimiento. Originalmente escritos en farsi, parece ser que su traducción es un auténtico quebradero de cabeza debido a la propia estructura de los versos y su rima, pero en cualquier caso son deliciosos y altamente recomendables.

Por el lado científico, sólo nos ha llegado una pequeña parte de lo que hizo. Elaboró un calendario de una precisión pasmosa, y multitud de tablas astronómicas que tuvo que dejar inconclusas. Fue un apasionado de la geometría: tradujo y comentó en árabe varias obras de Euclides (entre ellas los Elementos) y nos ha dejado para la posteridad un método geométrico para encontrar las raices de polinomios de tercer grado (problema bastante peliagudo en la época) mediante intersecciones de cónicas.

Pero no es su producción literaria (algunos expertos dicen que no era tan bueno, y que mucho de lo que nos ha llegado atribuído a él no es suyo en realidad) ni científica en lo que estoy interesado ahora, sino en ciertos hechos de su vida que son tan fantásticos que parecen sacados de Las Mil y Una Noches.

Eran tres amigos de la infancia: Omar Khayyam, Hassan ibn Sabbah y Nizam-al-Mulk. Como todos los niños, tuvieros sueños de futuro, de prosperidad y aventura. Pero eran tan amigos que hicieron un juramento: si alguno de los tres tenía alguna vez éxito en la vida, haría todo lo posible por ayudar a los otros dos. Los sueños de la infancia sueños son, y se disipan con facilidad con el discurrir del tiempo aunque, a veces, esos sueños se hacen realidad. La vida da muchas vueltas y nunca se sabe lo que nos depara el destino. Y esto fue lo que ocurrió aquí. De los tres amigos, uno llegó a ser ciertamente una figura poderosa: Nizam-al-Mulk, un genio de la política y con una visión estratégica y militar increibles llegó a ser visir de Malik Shah, el monarca que llevó al Imperio Selyúcida a su apogeo y, por lo tanto, el hombre más poderoso del Oriente Medio en su época.

Nizam-al-Mulk cumplió su palabra dada en la infancia. Era la mano derecha de Malik Shah y nada se le negaba, así que nombró ministro a Hassan y, conociendo sus inquietudes, creó un observatorio astronómico en la ciudad de Marv e hizo a Omar su director. Allí fue donde Khayyam elaboró la mayor parte de su obra.

De los tres amigos, Omar y Nizam tenían cerebros prodigiosos. Hassan era quizá el menos dotado pero era sin duda una persona muy inteligente. Muy inteligente y muy ambicioso. Tenía grandes planes y hasta entonces le habían faltado recursos para llevarlos a cabo. Pero como ministro en la corte de Malik Shah tenía gran cantidad de poder al alcance de la mano y contactos muy útiles. Así fue como sin saberlo, Nizam-al-Mulk, una persona de integridad y lealtad probadas, había plantado sin saberlo la semilla de la traición en el mismo corazón del Imperio Selyúcida.

Continuará...

miércoles, 9 de mayo de 2007

El Doncel de Sigüenza


Hoy he mandado los papeles para matricularme en el curso de verano de Sigüenza de este año (¡como todos los años por estas fechas!), así que me parece bastante apropiado inaugurar este blog hablando un poco de este encantador pueblo.

Podría hablar de la catedral (magnífica) o del edificio del parador (un antiguo alcázar árabe en el que han hecho un trabajo de restauración fantástico) pero me parece mucho mejor y más interesante la figura que ha dado fama al pueblo: El Doncel de Sigüenza.

Este hombre, Martín Vázquez de Arce, murió en Granada en 1486 luchando contra el moro a la tierna edad de 26 años. Pero, en realidad, más que el Doncel en sí mismo, lo realmente interesante es tu tumba, que se encuentra en una capilla privada de la familia Vázquez de Arce en la catedral de Sigüenza (y que sólo es accesible previo pago, por cierto). Destaca del resto de sepulcros de su familia en la escultura que lo adorna y que representa al finado. Las demás son las típicas tumbas medievales de familias acaudaladas o de cierto rango en la que sobre la losa que cierra la tumba se encuentra esculpida la figura del fallecido, tumbado, con las manos sobre el pecho y, normalmente, sosteniendo una espada. Sin embargo, el Doncel se ha representado acodado, sosteniendo un libro en las manos, con las piernas cruzadas en una postura un tanto indolente, y la mirada perdida en el suelo. El encargo de su tumba fue hecho por su hermano Fernando, a la sazón obispo de Canarias, y se cree que se realizó en los talleres de escultura de Sebastián de Almonacid, en Guadalajara. Por ser tan peculiar y novedosa para su tiempo es complicada de clasificar, pero eso lo dejo para los interesados y/o expertos en arte entre los cuales no me encuentro.

Lo gracioso de todo esto es que en la giras turísticas que se organizan por la ciudad la mujer (ahora no recuerdo su nombre pero era encantadora y muy amena) que va ilustrando al personal sobre qué es esto o aquello o sus orígenes históricos, etc, etc, cuando le toca hablar del Doncel cuenta una historia que tiene bastante de peli de Hollywood. Según la versión oficial, este chaval, como miembro de la Orden de Santiago, fue a Granada a luchar contra el infiel y fue víctima de una cruel y traicionera emboscada. Al parecer, los malvados moros habían represado agua en la parte superior del curso de un rio en la Vega de Granada y cuando el Doncel fue a cruzar el cauce rompieron la presa y el caudal se llevó por delante a todo quisque (vamos, como hicieron con los Nazgûl en la peli del Señor de los Anillos). La mujer nos contó que allí se ahogó y que si la cota de mallas no le dejó moverse y patatín y patatán. Lo delirante es que, al parecer, cuando estaba agonizante le dijo a no sé quién que le dijera a su padre no sé qué y que quería que le enterraran en su pueblo.

Claro, esta historia tan confusa y un poco contradictoria me dejó bastante frio. O te ahogas o no te ahogas. Eso de las últimas palabras en brazos de un colega me huele mucho a final cinematográfico sensiblero tipo Spielberg. Como no me dejó muy contento, tuve que acabar preguntando a unos lugareños por su versión de la historia. Es un poco diferente, pero mucho más creible o eso me parece a mí.

El Doncel, como primogénito era el heredero del título y posesiones de su padre. A su hermano Fernando no le tocaba nada. Así eran las cosas. La costumbre, entonces, es que el primogénito se dedicara a las armas y el segundo al clero. Lo que pasa es que a nuestro querido Doncel, Martín, le gustaba mucho la farra y era un pichafloja que había desvirgado ya a medio Sigüenza cuando a su padre se le terminaron de inflar los cojones por tener a semejante vago en casa y le montó en un caballo y le mandó como paje del Primer Duque del Infantado a luchar a Granada.

Hombre, tengo que decir que también me parece un poco cruel por parte del padre. Mandar a la guerra a tu hijo, que lo más pesado que ha cogido en su vida es una copa de vino y su preparación militar la ha realizado entre las faldas de las mozas del pueblo, es mandarlo a una muerte segura. Pero ya se sabe que eran tiempos difíciles. En fin, para resumir, lo que ocurrió es que en la primera escaramuza en la que tuvo que combatir nuestro Doncel en Granada llegó un moro y le metió un alfanjazo que casi le parte por la mitad. Esto, por supuesto, tiene menos glamour, pero es más consistente con esas cinematográficas últimas palabras que se le atribuyen.

Claro, es es bien sabido, y esto es una verdad universal e intemporal, que cuando te mueres pasas a ser automaticamente una persona cojonuda, e incluso puedes llegar a ser realmente famoso sin haber hecho absolutamente nada en tu puñetera vida. Si el Doncel levantara la cabeza se troncharía de risa.

Sic transit gloria mundi